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Un Canto a La Habana
(de antes)

 

San Cristóbal de La Habana
ese fué el nombre que dió
a la capital cubana
Narvaez que la fundó.

La Villa que estableció
el Capitán castellano,
muy pronto se convirtió
en orgullo del cubano.

Por tibias aguas batida
y frescos vientos bañada,
del estrecho de Florida
es la reina y soberana.

De ciudad amurallada
por castillos defendida,
se encontró, de casi nada,
en gran urbe convertida.

Mas aunque grande creció
esta ciudad capital,
nunca el encanto perdió
de su origen colonial.

    Intramuros

Casas de La Habana Vieja
con balcones enrejados,
estrechísimas aceras,
callejones empedrados.

Vetustos bancos de piedra
en sus parques sombreados;
enredaderas de hiedra
que suben a los tejados.

Encubiertos carretones,
de frutas sobrecargados,
marchan al son de pregones
por la calle de Empedrado:

"Eeeee, de la Torrecilla ee,
se va la carreta
llena de mangos,
mango, mangué."

En Lamparilla o Villegas,
Teniente Rey u Obrapía
abarrotadas bodegas
al habanero ofrecían

todo tipo de vituallas
domésticas y extranjeras
y era la calle Muralla
el emporio de las telas.

En inmenso pedestal,
a ese gran dominicano,
Gómez Báez, el General,
su estatua erigió el cubano.

La Punta, ese gran castillo
al entrar de la bahía,
contra cualquier enemigo
a La Habana defendía.

Otra grande fortaleza
de fosos hondos rodeada,
el castillo de La Fuerza
sin descansar vigilaba.

Frente a su plaza enlozada
nuestra Catedral se erguía
do el devoto arrodillado
misas solemnes oía.

En las noches de verano
por la Avenida del Puerto
salía a pasear el cubano
para disfrutar del fresco.

No le ha podido robar
el transcurrir de los años
a esta bella capital
sus majestades de antaño.

     Extramuros

Según los siglos pasaron
y la población crecía
mantenerse en intramuros
la ciudad ya no podía.

Teniendo lugar bastante
donde extender sus fronteras
a los campos colindantes
se fué de muralla afuera.

Y así surgieron Galiano,
San Lázaro, Consulado,
La Calzada de la Reina
y el bello Paseo del Prado.

No bien se hubo terminado
la construcción de estas vías,
que con ritmo acelerado
nuevas viviendas surgían.

Con piedra de cantería
se edificaron mansiones,
sabiendo que durarían
por muchas generaciones.

Esos portales que ahora
nos llevan de tienda a tienda,
fueron en tiempos de otrora
portales de una vivienda.

A más de casa y palacio,
teatros se construyeron,
el Payret y el Nacional,
donde a Caruso aplaudieron.

Mas el impulso habanero
no era fácil de frenar
y surgió Carlos Tercero
y la Calzada de Albear.

Con la llegada del tren
las distancias se acortaron
y repartos, más de cien,
por dondequiera afloraron.

Más allá de las afueras
mansiones se construyó
la flor y nata habanera
y así el Cerro se creó.

Sobre dos lomas gemelas
la Víbora se sentó,
y no pasó mucho tiempo
que al Cerro sobrepasó.

Perfectamente trazado,
desde Infanta a La Chorrera,
desde Zapata a Primera,
surgió el barrio del Vedado,

la joya de la corona
que se ciñe soberana
con porte y con majestad
sobre sus sienes La Habana.

Y ya más recientemente,
do el Campo de Marte estaba
el Capitolio imponente
surgió casi de la nada.

Y no muy lejos de allí,
se creó el Parque Central,
con su estatua de Martí,
nuestro héroe nacional.

Mientras la ilumina el sol,
todo es ajetreo y bullicio,
de la esquina del pecado
hasta la calle de Oficios.

Mas cuando la noche llega
con luces del malecón
teje su collar de perlas
desde Calzada a Colón.

Y vestida de amazona,
esta Habana, que es mujer,
sus quehaceres abandona
y va en busca de placer.

En Montmartre o Tropicana,
con su show tan fabuloso,
esta moza que es La Habana,
pasa sus ratos de ocio.

Al Baturro o al Colmao
va sus tragos a tomar
y al Panchín de Marianao
va "un ladrillo a sofocar".

Pa' ver los pollos pasar,
va al aire libre del Prado,
y se toma una Polar
o se come algún bocado.

En tardes de carnaval,
por el Malecón y el Prado,
con carrozas sin igual,
con carros descapotados,

y camiones adornados
con tisú y papel de china,
se viste la capital
de confeti y serpentina.

Cuando termina el paseo
la ciudad aún no descansa,
pues comienza el serpenteo
de las alegres comparsas.

Al compás de bongó y tumba,
Dandis, Marqueses, Bolleras,
al ritmo de conga o rumba
arrollan de acera a acera.

Nunca duerme esta ciudad,
pues bien entradas las seis,
pronta está a desayunar
allá en Doce y Veintitrés.

Ay, Habana de mis sueños,
que te siento ya perdida,
por regresar a tu seno
daría años de mi vida.

 

Jack "Bebé" Tejada
Houston, Febrero de 1997

 

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Poema 2 - Updated / Actualizado 25-Jun-2007

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